miércoles, 20 de abril de 2011

Eugenia de Franvall del Marques de Sade

Introducción de la obra Eugenia de Franvall del Marques de Sade
El único motivo que nos mueve a escribir esta historia es la instrucción de la humanidad y el mejoramiento de su modo de vida. Es de desear que todos los lectores descubran el enorme peligro que siempre corren aquellos que hacen lo que quieren para satisfacer sus deseos. Que puedan convencerse que la buena crianza, las riquezas, el talento y las dotes naturales sólo sirven para desviar al individuo cuando la limitación, la buena conducta, la sabiduría y la modestia no están allí para sostenerlos o utilizarlos de la mejor manera: éstas son las verdades que vamos a llevar a la acción. Que no sean perdonados los detalles poco naturales del horrible delito que nos veremos obligados a relatar; ¿acaso es posible que estas desviaciones sean detestables si uno tiene la valentía de presentarlas abiertamente?
Es raro que en un mismo ser todo armonice para conducirlo a la prosperidad; si ha sido favorecido por la naturaleza, la fortuna le niega sus dones; si la fortuna es liberal con sus favores, la naturaleza lo trata mal; pareciera que la mano del Cielo deseara mostrarnos que en cada individuo, como en sus acciones más sublimes, las leyes del equilibrio son las primeras del Universo, las que simultáneamente regulan todo lo que pasa, todo lo que vegeta y respira.
Franval, que vivía en París, donde había nacido, poseía, además de una renta de 400.000  libras,  la  más  hermosa  figura,  el  rostro más agradable y los más variados talentos; pero por debajo de este exterior atractivo yacían ocultos todos los vicios, y lamentablemente   aquellos   cuya   adopción   e   indulgencia   habitual   conducen   tan rápidamente al delito. La imaginación más libre que nadie pudiera detallar era el primer defecto de Franval; hombres de su calidad no se enmiendan, la declinación del poder los empeora; cuanto menos puedan hacer, tanto más emprenden; cuanto menos logran, tanto más inventan; cada edad acarrea nuevas ideas, y la saciedad, lejos de enfriar su ardor, sólo prepara el camino para refinamientos más fatales.
Como decíamos, Franval poseía en cantidad todas las amenidades de la juventud, todos los talentos que la realzan, pero puesto que mostraba el mayor desdén por las obligaciones morales y religiosas, fue imposible que sus tutores le hicieran adoptar ninguno de ellos.
En un siglo en que los libros más peligrosos están en manos de los niños como en las  de  sus  padres  y  maestros,  cuando  la  temeridad  de  la  contumacia  se  considera filosofía, la falta de creencia, fortaleza y la licencia, imaginación, el ingenio del joven Franval era recibido con risa, poco después se lo reprendía por el mismo, y finalmente se lo elogiaba. El padre de Franval, gran partidario del ergotismo de moda, era el primero en  impulsar  a  su  hijo  para  que  pensara  seriamente  en  estos  asuntos;  él  mismo  le facilitaba todos los trabajos que pudieran corromperlo más rápidamente; ¿qué maestro hubiera osado, después de esto, inculcarle principios diferentes a los de la casa donde estaba obligarlo a agradar?
Pero Franval perdió a sus padres cuando todavía era muy joven, y a la edad de diecinueve  años  un  viejo  tío,  quien  murió  poco  después,  le  asignó  al  arreglar  su casamiento, todas las posesiones que algún día iban a pertenecerle…
Introducción de la obra Eugenia de Franvall del Marques de Sade

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